Bjork acaba de volver de Banda Aceh, Indonesia, la ciudad importante más cercana al epicentro del tsunami de 2004. La llevó Unicef como embajadora de buena voluntad, si bien a ella le gusta pensar que puede aportar más como "una madre de Islandia" y, en términos más generales, como "ser humano". La luz del atardecer ilumina su rostro en la sede de Unicef en Londres. "Estoy tratando de hallar palabras para lo que vi —dice—. Creo que me voy a tomar un mes más. Todavía no lo puedo procesar."
Siempre hubo una brecha entre la imagen que Bjork tiene de sí misma y cómo la ve el resto del mundo. Cuando apareció en la escena musical a mediados de los '80, costaba decidir si era muy excéntrica o si era sólo que procedía de Islandia. ¿Sus compatriotas islandeses la consideraban excéntrica cuando empezó? "Sí, mucho", dice. Se distinguía tanto de la multitud en Reykjavik como en Londres. (Le disgusta, y con razón, el grado en que su aspecto contribuyó a su fama de rara.) "En Islandia la mayor parte de la gente es rubia y de ojos claros. A mí en el colegio me decían china porque pensaban que parecía asiática. Y a la mayoría de los islandeses no le gustaba lo que hacíamos mis compañeros y yo. Fueron los ingleses los que lo descubrieron."
Lo que hacían ella y sus compañeros era música, primero en una banda llamada los Sugar Cubes, tras lo cual Bjork siguió como solista. A esa altura, ya se había dado cuenta de que ser diferente tenía ciertas ventajas. Luego del éxito del álbum de la banda Life's Too Good, de 1988, Bjork tuvo su primer triunfo como solista con Human Behaviour, de 1993. Si bien ella se inscribe en la tradición folk (sus padres eran "hippies —dice—, y la mayor parte de mis parientes son comerciantes. Supongo que ven lo que hago de forma similar, como artesanía"), llegó a la mayoría de edad sobre el final de la era punk, que ejerció una gran influencia en casi todo lo que pensaba, entre otras cosas en relación con el trabajo humanitario. Antes de vincularse con Unicef, Bjork tenía grandes recelos respecto de la recaudación de fondos organizada, así como también de la política organizada, o de cualquier cosa organizada que exigiera más personas que las que entraban en una habitación.
"Soy así de rara. Supongo que se debe a la influencia punk. «éramos tan... ¿cómo decirlo? 'Holísticos' no es la palabra exacta. Bueno, es esa idea de que uno hace su propio póster, lo pega y también carga el equipo. Por más que hace mucho que no pego un póster en una pared, mi formación fue esa y sigo trabajando con la misma gente que cuando tenía dieciséis años." Antes se negaba a hacer trabajo humanitario. "Siempre sentí desconfianza, ya que no sé a dónde va el dinero, no conozco a la gente y se escuchan historias escandalosas sobre las organizaciones, como que la mayor parte del dinero se usa para pagarle el champagne a los famosos."
La excentricidad de Bjork suele percibirse como un rasgo de sinceridad, no como la "extravagancia" desagradable que afectan músicos más torpes. Hace cinco años, en una entrega de los Oscar, lució un vestido, casi un disfraz, diseñado por Marjan Pejoski. Tenía forma de cisne, y fue dejando huevos sobre la alfombra roja. No era una forma de rebelión; simplemente le gustaba el vestido.
"Nadie lo entendió. Creyeron que trataba de parecerme a Jennifer Aniston pero me salía mal." Ella, por su parte, pensaba en un look travieso a lo Busby Berkeley, inspirado en sus tomas aéreas de nadadores sincronizados, pero no funcionó. "Seguramente el vestido que me puse en Cannes (en 2000) era más excéntrico, pero nadie se dio cuenta. Pienso que los europeos pueden aceptar cosas como esa con más facilidad. Michael Jackson debería instalarse en Suiza. Se sentiría bien."
Cuando Bjork visitó Londres por primera vez, a los dieciocho años, fue un verdadero shock. La Islandia que acababa de dejar era tan provinciana, dice, que cuando un extranjero caminaba por la calle la gente se paraba y lo señalaba. Eso fue antes del boom turístico del país, y había muy pocos hoteles. "Cuando caminaba por Londres sentía que todos los edificios eran pegajosos y tenía que lavarme cinco veces por día. Había frutillas, cosas que nunca había visto."
A Bjork le gustan las cosas en pequeña escala para poder conservar el control. En 1999 tuvo un publicitado enfrentamiento con el director Lars Von Trier durante el rodaje de Dancer in the Dark, donde ella apareció y para la que también compuso la música. Según algunos actores, calificó a Von Trier de "tirano" y "cobarde" y se quejó de su estilo autocrático. También estuvo la pelea con los fotógrafos al estilo de Naomi Campbell. ¿Es controladora? ¿Eso contradice toda la cosa holística?
"Las dos palabras tienen muy mala fama. En cuanto a 'holístico', la versión islandesa de esa palabra es mucho más práctica, no tan hippie. Y 'control', por supuesto, tiene una reputación horrible. Supongo que 'responsabilidad' es mejor. Por otra parte, viniendo de la generación punk, la responsabilidad tiene mucha importancia. No se puede ser como Elvis, que dijo: 'Me dieron las drogas y mi representante me engañó.' No se puede echar la culpa a los demás. Hay que hacerse responsable; esa es la forma independiente de pensamiento."
El viaje a Banda Aceh se realizó después de que Bjork lanzó una nueva versión de su disco de 1995, Army of Me, para recaudar fondos para las víctimas del tsunami. Hizo una escala en Londres antes de regresar a su casa de Nueva York. Tiene otra casa en Islandia, que comparte con su esposo, un artista, y su hija de tres años, Isadora. También tiene un hijo de diecinueve años de una relación anterior con un compañero de la banda Sugar Cubes. A menudo hace referencia a su carácter islandés: "Como a todo islandés, me gusta tomar. Rara vez tomo, pero cuando tomo, tomo. Es todo o nada."
Bjork no se engaña respecto de la proporción en que su visita a Indonesia puede haber contribuido al esfuerzo humanitario. "Soy consciente de que es un porcentaje muy, pero muy pequeño", dice. Una mujer que había perdido a su madre y a su hermano la acompañó a recorrer la ciudad devastada. "Al principio la mujer estaba muy tranquila. Nos llevó a distintos lugares, oficiaba de intérprete y se reía. Y luego, antes de que saliéramos para el aeropuerto, nos llevó a ver la casa en que había vivido. La casa había desaparecido, pero se veían las baldosas del piso. De pronto encontró un vestido de su madre entre los restos. Y se derrumbó. Fueron muchas emociones para dos días."
Bjork nunca tuvo mucho tiempo para la política convencional. A medida que pasan los años, dice, se va moderando. "Siempre me abstuve en las elecciones islandesas. Me parece que la política es un pequeño grupo de gente que se cree muy importante y que no tiene mayor relación con las cosas que a mí me interesan. Sin embargo, a medida que crecemos nos vamos dando cuenta de que tienen mucho que decir. Tal vez preferiría pensar que hay muchos ángulos. Hace un mes participé en un recital en Islandia. Se protestaba contra la construcción de grandes represas en el país. La política ecológica ya no es algo izquierdista, verde, hippie. Es algo que nos concierne a todos. Pienso que estoy más en esa línea que en la política partidaria."
El último álbum solista de Bjork, Medulla, llegó a los Top 10 en 2004 y la nominaron para un Brit Award en la categoría Solista Femenina Internacional. Compitió, entre otras, con Madonna y Mariah Carey. Buena parte de su misterioso atractivo reside en que no parece envejecer. Ya tiene cuarenta años, pero su rostro sigue tan joven como siempre: casi parece una imagen digital. Ahora se pregunta cómo se manifestará su experiencia en Banda Aceh, tanto en su vida como en su trabajo. La música de Bjork nunca se inscribió de forma estricta en ningún género, sino que se movió con relativa comodidad entre el pop, el rock, la electrónica y el folk.
En su adolescencia escuchaba sobre todo música instrumental. Dice que tiene una capacidad de atención tan "retardada" que tiene que "vivir reinventando la pólvora" para mantener el interés en lo que está haciendo. En ocasiones se siente frustrada por la forma literal en que algunos de sus fans toman su música. La gente parece tener la necesidad, declara, de detectar un único tema. Lo que le gusta es que los fans desafíen una categorización fácil: por lo que ve, estos pertenecen a un espectro musical y de edad tan amplio como la gama emocional que aspira a que abarquen sus temas.
"Están la alegría, la tristeza, la rabia, la confusión y los otros cincuenta mil colores que un ser humano siente. Y si un tema es sólo sobre el azul turquesa, eso puede significar muchas cosas. Puede significar la forma en que una siente en relación con las manzanas, nuestro hermano y la cama de madera de la infancia. Se puede cantar sobre eso en un tema y la gente puede pensar: 'Ah, es sobre su novio.' No importa. Lo que importa es que expreso algo azul turquesa, si hago bien mi trabajo. Supongo que así es como lo veo, como algo... abstracto."
Emma Brockes. The Guardian
Traducción de Joaquín Ibarburu / Diario La Nacion / Argentina 2006
martes, octubre 31, 2006
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