lunes, octubre 30, 2006

El hombre de "La Terminal"

Mehran Karimi Nasseri

1988

En el final de la película de Steven Spielberg "La terminal", el protagonista, Viktor Navorski -nacido en el imaginario país de Krakozia- atraviesa por fin las puertas del aeropuerto de Nueva York para ir a un club de jazz. En la vida real, el personaje que inspiró esa historia sigue atado a su destino: esperar en la estación aérea Charles de Gaulle de París, donde se encuentra desde 1988.

El personaje real se llama Mehran Karimi Nasseri y es un refugiado iraní cuyas peripecias comenzaron en 1974, cuando, siendo estudiante en Londres, participó de protestas contra el sha Reza Pahlevi. Esa actividad provocó que desde Teherán le interrumpieran el envío de fondos para sus cursos. Al regresar a Irán en 1975, fue torturado y expulsado del país. Buscó asilo en Europa y fue aceptado en Bélgica, donde permaneció hasta 1986, cuando decidió ir a Gran Bretaña. De paso por París para tomar el avión a Londres, dijo haber sufrido un robo en el subte. Entre lo sustraído estaban sus documentos. Sin embargo, se embarcó en el vuelo, pero en la capital británica lo enviaron de regreso a París.

Imposibilitado de demostrar su identidad y su estatus de refugiado en la terminal Charles de Gaulle, fue llevado a la "zona de espera", en la que se confina a los pasajeros sin papeles. Allí comenzó una batalla legal con Bélgica, que en 1995 le ofreció un documento de refugiado si accedía a vivir en ese país con la supervisión de un trabajador social. Nasseri se negó y reiteró que su intención era vivir en Londres. En 1999, Francia le otorgó un permiso de residencia temporal. Una vez más, Nasseri se negó, al señalar que no había sido correctamente identificado. Algunos interpretaron su rechazo como un deterioro en su salud mental, ya que incluso desmintió ser iraní y se hace llamar, en cambio, "Sir Alfred".

2006

Nasseri sigue en la Terminal 1 de París. Cualquiera que pase por allí puede verlo. Se levanta a las 5, a la hora en que el Charles de Gaulle comienza a desperezarse y a recibir a los pasajeros de los primeros vuelos. Se higieniza y se afeita en los baños públicos, y los empleados del aeropuerto le regalan vouchers de comida. Por la noche se lava los dientes con cepillos y dentífricos de los kits de cortesía de las líneas aéreas. Una vez por semana limpia y seca su ropa. Si bien alguna gente le ha regalado vestimenta, siempre la devuelve. "No soy un mendigo", dice.

Varias veces por semana lo visitan un sacerdote y el médico de la terminal que controla su salud. Nasseri, de 55 años, pasa la mayor parte del tiempo escuchando radio, leyendo revistas y libros y escribiendo comentarios sobre las noticias. Entre ellas, la de su flamante notoriedad tras el film de Spielberg. "Me da algo más para leer, y es mejor que la guerra en Irak y el terrorismo", dice.

Lo rodean decenas de cajas de Lufthansa, donde guarda sus pertenencias. Quienes lo conocen, afirman que es amable y que ha decidido permanecer en el aeropuerto hasta su muerte, quizá para evitar pagar una pensión si se aleja de la terminal. "No hace daño a nadie, y todos por aquí se preocupan por él", afirma Papa Starr, gerente del restaurante Las Palmas, cercano a donde se halla Nasseri.

Su autobiografía (hecha con el escritor Andrew Donkin) inspiró la película de Spielberg. Se dijo que la compañía del director, Dreamworks, le pagó a Nasseri 250.000 dólares por los derechos de filmación. Sin embargo, como carece de cuenta bancaria, no tiene acceso al dinero, enviado seguramente a su abogado. La historia de Nasseri ya había inspirado una película francesa en 1993, llamada "Perdido en tránsito" y protagonizada por Jean Rochefort.

"Eventualmente dejaré el aeropuerto", dijo una vez Nasseri, fumando su pipa en el banco de siempre. "Pero aún espero un pasaporte o una visa de tránsito." En alguna oportunidad manifestó su deseo de viajar a Estados Unidos o Canadá. Pero hasta ahora sólo ha recorrido la distancia que lo separa de las puertas de salida del aeropuerto. Cuando éstas se abren, toma aire fresco, pero nunca sale. Prefiere volver a su lugar en la terminal. Ese es su hogar.

PATRICIO BERNABE

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