Hubo batallas feroces para prohibir el adulterio y la erradicación de los pañuelos que cubren la cabeza. Ahora el alcohol se convirtió en el campo de batalla en la lucha que entabló Turquia para definir los valores del país –religioso o secular, de Oriente Medio o europeo-.
Los liberales y secularistas turcos están furiosos por los esfuerzos del gobierno conservador de Recep Tayyip Erdogan por limitar y “ghettizar” el suministro y el consumo de alcohol.
La Asociación de Abogados de Ankara presentó una demanda legal esta semana con la que pretende revertir las instrucciones oficiales impartidas a las municipalidades para que se restrinja la venta y el consumo de alcohol a determinadas zonas. Los abogados sostienen que la medida del gobierno es anticonstitucional.
Según una encuesta realizada por la agencia de noticias Merkez, hoy existen prohibiciones de ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos en 61 de las 81 provincias de Turquía. Por ley, al gobierno le resultaría difícil emitir una prohibición de consumir alcohol.
Sin embargo, los críticos se quejan porque dicen que el gobierno de Erdogan está avanzando cautelosamente para implementar una prohibición, para estigmatizar la bebida y para ejercer presión sobre la industria.
Antalya, sobre el Mediterráneo, reaccionó a las prohibiciones declarando a la ciudad “zona húmeda”, por temor al impacto que pudiera tener la política a la hora de atraer turistas.
Pero Antalya también está gobernada por el partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan y la municipalidad está involucrada en una disputa por la campaña oficial. El AKP tiene sus raíces en el Islam político turco, aunque Erdogan, un musulmán devoto, insiste en que, en el centro de sus decisiones políticas, priman los valores familiares conservadores y no los edictos religiosos.
Pero los consejos municipales controlados por el AKP en todo el país se están moviendo para restringir la venta de alcohol, prohibir la bebida en el centro de las ciudades y confinar a los bebedores a lo que se están catalogando como “distritos de luces rojas” o “ghettos de alcohol”, en la periferia de las ciudades.
“Como instituciones estatales, las municipalidades nunca pueden dar un mal ejemplo”, declaró Erdogan. “Los que quieren tomar alcohol pueden ir a las instalaciones que están fuera de los lugares administrados por la municipalidad”.
Tarik Bayazit, dueño de Changa, uno de los restaurantes más de moda de Estambul, dice que al gobierno le gustaría imponer sus valores a una población joven y de rápido crecimiento. “Están locos. Si prohíben la bebida en esta ciudad, habrá una revolución. Sería una reacción demencial”.
Kemal Anadol, líder de la oposición, sostiene que es ilegal segregar el consumo de alcohol en los cafés y restaurantes. “Lo que quieren es Teherán no Luxemburgo”, dice.
Sin embargo, en Ankara, que fue una ciudad secular desde la fundación de la república moderna después de la Primera Guerra Mundial, las prohibiciones al consumo de alcohol están avanzando. En dos parques grandes, propiedad de la ciudad y administrados por el AKP, se prohibió el alcohol en los restaurantes y los cafés.
En toda Turquía las autoridades locales siguen siendo dueñas y administradoras de muchas instalaciones dedicadas al ocio como hoteles, restaurantes y cafés. En estos lugares es donde se está prohibiendo o restringiendo cada vez más el consumo de alcohol.
El gobierno aún no avanzó contra los locales, pero los propietarios se quejan de que están imponiendo obstáculos burocráticos y fiscales para desalentar el consumo de alcohol -como procedimientos engorrosos para obtener licencias, inspecciones e impuestos-.
Sin embargo, la protesta global por parte de los gigantes internacionales de la industria de bebidas alcohólicas puede ser irresistible. “Hay una población grande y una población muy joven. Esta demografía presenta grandes oportunidades”, dice Bayazit.
Ian Traynor © The Guardian
lunes, octubre 23, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario