lunes, octubre 23, 2006

“Hoy, en Israel todos hablan español”

Es el productor más codiciado del momento en la industria televisiva local. Aunque lo suyo es el perfil bajo, el nombre de Yair Dori ya ocupa un lugar de privilegio dentro del show business argentino, que remite invariablemente a la telenovela. De hecho, a las presentaciones de sus programas no sólo concurren periodistas y colados de la alta sociedad, sino que estrellas vernáculas del mundo del espectáculo mueren por dar el presente y agradecerle la generosidad por haberlos contratado. Si, incluso, hasta Adrián Suar y Marcelo Tinelli hacen lo imposible por acudir a sus cócteles, tal como ocurrió en la presentación de la nueva tira adolescente El refugio. Todos quieren hacer negocios con él. No es para menos: Dori es el famoso empresario argentino-israelí mediante el cual las telenovelas argentinas lograron conquistar el mundo en el último lustro, especialmente en Israel, donde son un suceso de escalas desproporcionadas. “Yo sólo soy un empresario”, dice quien fue coproductor y distribuidor mundial de programas como Chiquititas, Rincón de luz, Padre Coraje, Floricienta, Hombres de honor y el exitoso Rebelde Way.
¿Quién es el misterioso empresario con el que todos los productores argentinos quieren hacer negocios y que, de alguna manera, revitalizó un género que parecía demasiado costoso para el mercado local post devaluación? Yair Dori nació en Buenos Aires hace 59 años, pero al cumplir 19 decidió irse a Israel. “Me fui –señala– porque uno a esa edad tiene ganas de conquistar el mundo. En ese momento, pensé que Israel era un lugar cierto para mí. Mi condición de judío hizo que considerara que en el marco nacional de aquel entonces yo debía aportar algo.” Esa necesidad de aportar lo llevó a alistarse al ejército israelí, donde llegó a ser oficial y fue condecorado como héroe nacional. “Fui prisionero de los egipcios y herido en la Guerra de los Seis días”, dice, hablando de una guerra que le dejó como recuerdo algo más que cruentas imágenes (perdió su brazo derecho). “Pero –aclara desde su nuevo rol– nunca fui guerrero. Era una realidad que yo sentía que tenía que vivir. Hoy soy un civil con esperanzas y ambición de paz.”
Alejado del ejército, Dori cuenta que en ese momento pensó cómo podía acercar los miles de kilómetros que separaban a su Argentina natal de Israel, su tierra adoptiva. “Necesitaba acercar ambas culturas para no extrañar tanto”, detalla. Fue entonces cuando se convirtió en productor y comenzó a llevar a aquella parte del mundo diversos representantes de la cultura argentina, como Mercedes Sosa, León Gieco, Teresa Parodi, Julia Zenko, Alejandro Lerner, Ariel Ramírez, Julio Bocca y hasta el seleccionado de fútbol. “Pero fueron las telenovelas argentinas las que terminaron por revolucionar a los israelíes”, subraya. “De hecho, en Israel se habla el español como nunca: ya es uno de los idiomas más hablados. Eso es producto absoluto de las telenovelas.” El poder de Dori en el mundo del entretenimiento global es tan grande que la compañía que preside, Dori Media, cotiza en la Bolsa de Londres y distribuye telenovelas en más de cincuenta países.
–¿Se siente el hombre más requerido del momento?
–Los programas que produzco son como mis hijos. Pero como todos los hijos, además de un padre tienen madre, primos, tíos, abuelos... Tienen familia. El productor cumple un papel importante en los programas, pero nada se hace solo.
–¿Por qué cree, entonces, que las grandes productoras nacionales buscan hacer negocios con usted en formato de coproducción?
–De alguna manera, creo que nos buscan a nosotros porque somos una de las ventanas de TV hacia el mundo más importantes. El hecho de que sea argentino y que conozca los códigos de la cultura de este país facilita la convivencia. Lo mas importante de las telenovelas no es el producto en sí, sino la manera en que se venden al mundo. Y el acoplamiento entre empresas hace más fuerte nuestra posición en el mundo.
–¿Por qué Dori Media sólo produce telenovelas y no otro género?
–Le soy franco: el negocio está en las telenovelas. Es un muy buen negocio.
–Pero en la Argentina dicen que es el género más caro y de mayor riesgo...
–Lo que pasa es que si se quieren hacer telenovelas de calidad y se trabaja sólo para el mercado argentino, la inversión es imposible de recuperar. Es en ese momento donde entramos nosotros. El negocio de la telenovela recién surge cuando se venden al mundo. Es un género muy caro, pero que si se lo piensa con una mirada integral, es el que más dinero les trae a los productores.
–En Israel hay un boom con las telenovelas argentinas. ¿Ese fenómeno que se profundizó en los últimos años se extiende a otros ámbitos de la cultura? ¿Las telenovelas estrecharon la relación cultural entre ambos países?
–No tengo dudas. El embajador argentino en Israel, Atilio Monceni, me cuenta que cuando llegan políticos o funcionarios argentinos a Israel suelen ser recibidos con alguna frase de alguna telenovela. La terminología argentina pasó a ser parte de la lengua hebrea en Israel. En los últimos años, la Argentina pasó a ser mucho más conocida en el mundo por el auge y emisión de sus telenovelas. La telenovela es la máxima representante mundial de la cultura argentina en el mundo. Antes, en Israel, la mayoría de la gente no sabía dónde estaba ubicada la Argentina, ni qué idioma se hablaba. Incluso creían que la gente seguía usando bombachas y andaba a caballo. En cambio, hoy en día, la Argentina es uno de los países del tercer mundo más conocidos. En Israel todos conocen El Calafate, San Martín de los Andes, San Luis... Todo eso fue gracias a la cultura popular que se exporta.
–El arte como medio para acercar culturas...
–Esa es mi bandera. Llevar la cultura de mis raíces al resto del mundo. Esa es mi manera de vivir en plenitud y sin conflictos. Israel es el único lugar del mundo en el que aman a los argentinos. Y eso que es un país muy conflictuado, porque es un conjunto de nacionalidades. Pero con los argentinos hay consenso general de amistad y respeto. El arte sirve para acercar a la gente, sin que alguien tenga que renunciar a su cultura para aceptar la del otro, sino para entenderlo mejor e incorporarlo. En Israel, por ejemplo, se empezaron a usar los modales argentinos: ahora se da todo el mundo un solo beso en la mejilla. Se suele menospreciar a las telenovelas, pero en este mundo interrelacionado son un medio interesante de transmisión cultural.
–¿Cómo se vive desde la telenovela el conflicto entre palestinos e israelíes?
–Creo que sería importante que se haga mucho más de lo que se está haciendo desde el arte. El arte sirve para unir pueblos. Ya lo hace Daniel Barenboim. El conflicto palestino-israelí es un problema muy doloroso, donde las dos partes sufren. Claro que los que más sufren son los palestinos, que todavía no tienen un territorio y país determinados. Confío en que los intereses encontrados converjan en algún momento en una convivencia civilizada. La paz, creo yo, es una utopía, pero no la convivencia. Tanto en Palestina como en Israel se están haciendo telenovelas, claro que los presupuestos son mucho más bajos en Palestina. Incluso, la problemática árabe-palestina se toca en las tramas de las novelas, con mucho cuidado y respeto.
–¿Y cómo es recibido por los espectadores el conflicto ficcionalizado?
–Es muy problemático tocar el conflicto, porque en él los espectadores se identifican y toman parte. A nadie le es indiferente. Entonces, a decir verdad, tocar ese conflicto es bueno desde la responsabilidad social, pero no sirve para el negocio. Aun cuando en las telenovelas se habla del amor, la convivencia y también del odio y la venganza.
–Venden más las tramas que cuentan mundos ideales...
–La telenovela cuenta una historia. A veces las historias de la vida real son inspiradoras de las tramas de telenovela. ¿O, acaso, hay mucha diferencia entre las noticias que emiten los noticieros y las tramas de las telenovelas? La telenovela no es otra cosa que la vida real televisada.
–¿Qué es lo que atrae de la telenovela argentina en el exterior?
–Como nadie en América latina, los argentinos tenemos aspecto europeo, y eso siempre es un punto a favor para la venta en el mundo occidental y oriental. Además, la industria televisiva argentina tiene un alto poder de producción y talento. La novela debe tener códigos universales, que sean reconocidos y aceptables en la mayor cantidad posible de países. Las historias que funcionan son las universales, no las locales. Telenovelas como El sodero de mi vida o Campeones son historias lindas, pero de aspectos muy locales. La Argentina debe alejarse del barrio si quiere invadir el mundo con sus telenovelas y hacer muy rentable el negocio.
–¿Qué rol juega el branding y el merchandising en ese negocio?
–Depende de las telenovelas. En las telenovelas infantiles o para adolescentes, como El refugio, el merchandising cumple un papel enorme. En Estados Unidos, por ejemplo, la ecuación que se hace con las telenovelas infantiles es 1-7: por cada dólar que se gana en la pantalla, se obtienen 7 por el negocio colateral que se mueve alrededor de un programa de TV. Esa, también, es una fórmula que se puede aplicar en la Argentina. Incluso puede funcionar más aún, con productos como Floricienta o Chiquititas. Se organizan shows musicales y teatrales, CD, DVD, ropa, útiles escolares, celulares... ¡Floricienta hasta tiene manzanas! Y encima son riquísimas... El negocio que permite la telenovela de target infantil no lo posibilita ningún otro género televisivo. En los culebrones para adultos, en cambio, el negocio no es tan grande.

Emanuel Respighi

© 2000-2005 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Todos los Derechos Reservados

No hay comentarios.: