lunes, octubre 30, 2006

Viaje al interior del glaciar Perito Moreno

EL CALAFATE, Santa Cruz.- Al igual que el profesor Otto Lidenbrock, que en la célebre novela de Julio Verne emprende su viaje al centro de la tierra, hoy se puede viajar al centro del glaciar más famoso del mundo. Y LA NACION estuvo allí en la primera experiencia de este tipo que se hace en el Perito Moreno.

Se trata de la oferta más novedosa de El Calafate, en el Parque Nacional Los Glaciares. La ambiciosa excursión, que se sumó este año, bautizada "Big Ice", es una caminata de cuatro horas sobre la superficie congelada hasta llegar al lugar donde la piel de hielo se pliega y forma catedrales con ojos azules: los serac.

"Este paisaje parece arrancado del planeta de Superman", comenta a LA NACION Rafael Levy, un empresario textil mexicano que junto a su mujer, Yeny, se encuentra celebrando aquí sus diez años de casados. "Hoy la Patagonia está muy de moda en México; vinimos por 10 días, allí nos esperan nuestros tres hijos", afirma la mujer, mientras posan para la foto junto a un sumidero de hielo.

"Creemos que el Big Ice va a funcionar muy bien; ésta es su primera temporada y tenemos una muy buena respuesta", comenta optimista antes de la partida a LA NACION Hernán Capone, representante de Hielo y Aventura, la empresa que explota turísticamente la margen sur del glaciar Moreno, como lo nombran los lugareños. Desde 1989, la empresa inauguró e impuso con éxito el "minitrekking" sobre el glaciar.

Si bien se hace en otros lugares del mundo, este glaciar guarda características únicas: se podría decir que está vivo y "respira", ya que es el único glaciar del campo de hielo patagónico que se mantiene estable y en crecimiento. Hoy, en temporada alta, casi 300 personas caminan a diario sobre el glaciar, en grupos sincronizados con precisión suiza, que nunca se encuentran sobre el hielo. Pero sólo uno llega al corazón helado: los del Big Ice. La excursión cuesta 300 pesos, más 40 pesos del transfer de ida y vuelta a El Calafate.

A diferencia de las otras caminatas, está orientada a un público más definido. "Sólo pueden hacerla mayores de 18 y hasta 45 años. Se busca lograr un grupo homogéneo, es exigente, pero también queremos que disfruten de la caminata", describe Paula Pera, guía de montaña que, con casi 30 años, pasó la mitad de su vida sobre el hielo.

La travesía

La avezada excursión parte a las 9 desde el Puerto Bajo de las Sombras, situado a unos 70 kilómetros de El Calafate, a bordo de un gomón que cruzará el Brazo Rico, para desembarcar en la margen oeste. La primera vista del glaciar, a 500 metros, ya impresiona. Más aún cuando se logra ver a simple vista el dique de hielo que en noviembre pasado se formó sobre la península de Magallanes y promete otra estruendosa ruptura, como la de 2004.

Una vez en tierra, comienza una caminata sobre la morena del glaciar (el sitio donde la tierra y el hielo se unen), de unos 40 minutos, hasta llegar al hielo mismo. "El Campo de Hielo Patagónico tiene 13.000 km2, la tercera área [helada de mayor extensión] en el mundo. Este glaciar tiene 30 km de largo por 5 de ancho. Nos dirigimos hacia allí", indica Pera.

"Allí" parece un lugar imposible, exagerado, excesivo, como el glaciar mismo. "Es realmente chévere este lugar", asegura Jordis Guzmán Bulla, una periodista alemana del Welt am Sonntag que nunca estuvo antes sobre un glaciar. Junto a ella, una norteamericana, una pareja de mieleros brasileños, cuatro franceses, dos australianos y dos mexicanos completan el grupo. Los únicos argentinos son los periodistas de LA NACION.

"Aún vienen pocos argentinos, creo que todavía no incorporan al trekking como una actividad de vacaciones, como sí lo hacen los europeos. Claro que también es una excursión cara para el argentino", detalla Paula, mientras coloca crampones y arneses a todos los caminantes.

Lo que sigue es un viaje único al corazón del glaciar. Durante cuatro horas se exploran cavernas, sumideros, lagunas de color indefinible y cuevas de blanco, blanquísimo hielo. "Lo que vemos es un copo de nieve atrapado en el hielo de unos 400 años", describe la guía Paula Alegre, de Bariloche, que está trabajando aquí durante la temporada.

Y señala la pared de la caverna de hielo donde esta cronista intenta descifrar, sin suerte, dónde se encuentra el alma helada de este glaciar amistoso. "Es muy bonito este recorrido, pensé que sería más difícil", opina Regina Kruglyak, una ingeniera ambiental ucrania, nacionalizada estadounidense.

Su opinión no es menor: ha viajado por el mundo caminando y observando glaciares, y describe las diferencias entre unos y otros. Y las historias de los visitantes son casi tan atractivas como el glaciar mismo. "Aprendí español en Guatemala, ahora estoy viajando unos meses y luego me reuniré en Perú con otros colegas de Ingenieros Ambientales Sin Fronteras", explica Regina. Mientras esto ocurre, Charly Cabezas, el tercer guía del grupo, hace una demostración de escalada en hielo con piqueta.

Poco falta para llegar al centro mismo del glaciar. Allí, catedrales de hielo talladas por Gaudí pondrán punto final al recorrido. "Hasta aquí llegamos. Sólo con equipos y más preparación se podría seguir. Tal vez la próxima", bromea.

El grupo, que intenta comunicarse en varios idiomas, compartirá el almuerzo sobre el hielo. Pronto, todos nos daremos cuenta de que las palabras sobran ante tanta inmensidad. Y haremos silencio.

Mariela Arias

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